jueves, 18 de marzo de 2010

siempre buscamos lo mismo

Y sigo:
porque ya ni siquiera se puede ser triste.
Hasta la misma tristeza queda abolida por el ruido, por la irrupción incesante de las cucarachas, el chillido de las perseguidoras, por el qué comeré hoy, qué comeré mañana.
Si, hasta la tristeza necesita su espacio, al menos, un poco de silencio, un sitio para poder guardarla, exhibirla, pasearla.

(...)

Paredes, árboles, calles,
catedrales, rostros y playas,
celdas, mini celdas,
grandes celdas,
noche estrellada, pies
desnudos, pinares, nubes,
centenares, miles,
un millón de cotorras
taburetes y una enredadera.
Todo acude, todo llega, todos vienen.
Los muros se ensanchan, el techo desaparece y, naturalmente, flotas,
flotas, flotas arrancado, arrastrado,
elevado,
llevado, transportado, eternizado,
salvado, en aras, y,
por esa minúscula y constante cadencia,
por esa música,
por ese ta ta incesante.

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una patada de alegria en la nariz